Maya es el antiguo concepto de los Vedas, en la India, recogido luego posteriormente en el Tantra, en el Yoga, en el Budismo, en el Zen y en la mayoría de las tradiciones espirituales de Oriente, e incluso con otros términos, en el chamanismo occidental o el chamanismo tolteca de los originarios americanos. El concepto de Maya, conocido por los antiguos videntes de la India, establece que el mundo material que percibimos, que nos parece tan sólido, tan ineludible, y con una existencia real, tan independiente y completamente separada de nosotros, no es sino el reflejo, la proyección cuántica en un universo de energía, de nuestro propio pensamiento, de nuestra percepción.
El concepto de Maya ha sido interpretado, sobre todo en el Budismo, como “Ilusión”. Pero no es que el mundo que vemos sea exactamente una ilusión, en términos de irrealidad. El mundo que vemos es completamente real mientras creemos en él, aunque es una fabricación de nuestra propia mente. Aquello en lo que ponemos nuestra creencia, aquello en lo que ponemos nuestra fe, es nuestro mundo, con absoluta realidad para nosotros.
El ego, la mente ordinaria, unida al miedo, a las emociones, a la separatividad, da origen a un mundo de muerte, de enfermedad, de sufrimiento y de guerra. El mundo del tiempo, donde la mente humana ha estado atrapada por milenios. La mente dormida, encerrada en la habitación del sótano de un gran palacio con múltiples moradas, y olvidada de su propia identidad alejada del yo interno. Es la prisión de la mente, descrita perfectamente en una de las principales canalizaciones de los últimos años en el mundo del cine: MATRIX.
Fotograma de The Matrix
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